El obispo de la región de Aysén, Luis Infanti, se refirió al derecho al agua y cómo este debería estar incluido de una mejor forma en la nueva Constitución.
Invitado al programa radial “Aysén, casa común”, de la Fundación para el Desarrollo de Aysén (Funda) y Radio Santa María, el obispo de Aysén criticó la situación del agua en Chile y destacó el sentido humano y espiritual que debería asumir este ‘bien común’ en la elaboración de una nueva carta fundamental.
“El agua es un elemento esencial para la vida”, afirma el obispo vicario apostólico de Aysén, Luis Infanti de la Mora, italiano, hoy chileno, que conoce profundamente la Patagonia chileno-argentina desde 1973.
“Es el origen de toda vida. Sin agua no hay vida”, insiste. “Y no solo para las personas sino de todo ser vivo. Incluso en todas las religiones es central. Siempre se habla del agua como un elemento simbólico vital”.
“Uno puede vivir sin otras cosas —agrega— pero no sin agua. De ahí el gran problema de los lugares donde hay sequía. Pero también hay problemas en los lugares donde hay abundancia de agua, como en Aysén donde hay toda una legislación que crea serias dificultades”.
La Carta del Agua
En 2008, Luis Infanti publicó la carta pastoral “Danos hoy el agua de cada día”. “Escrito que lleva mi nombre —explica— pero que es fruto de toda una reflexión de la Iglesia de Aysén, a propósito de la problemática que tuvimos con el proyecto Hidroaysén y sus grandes represas”.
“Creo que siete años después —intuye el vicario de Aysén— esta carta fue potenciada por la encíclica del Papa Francisco ‘Laudato, Sí’ donde uno de los temas tratados es el agua”.
“La carta pastoral dio pie para una amplia reflexión en Chile y varias partes del mundo donde la presenté. Ayudó a tomar conciencia de su importancia, ya sea por su dimensión espiritual o social, ética y humana; y a entender lo que las Naciones Unidas después de tanto tiempo estableció: el agua es un derecho humano. Es un ‘bien común’, no particular, sino ‘bien común’ de todos, y todos tienen derecho a este vital elemento”.
El agua “chilena”
“¡Ese es el gran problema! —subraya Infanti consultado por la situación local del agua. En Chile la cuestión el agua surge nuevamente ante la posibilidad de nueva Constitución porque somos el único país del mundo que la tiene privatizada”.
“El agua —explica el obispo vicario— tiene tres elementos clave: la propiedad, la gestión y la distribución. En todo el mundo la propiedad del agua es del Estado, y la gestión y distribución se entrega a empresas particulares, a comunidades, municipalidades, o a una mixtura público-privada”, sostuvo.
Asimismo, señaló: “En Chile, gracias a la Constitución de 1980 ¡el agua es privada! El actual artículo 19, número 24, dice textualmente: ‘los derechos de los particulares sobre las aguas reconocidos o constituidos con conformidad a la ley otorgaran a sus titulares la propiedad sobre ellos’”.
El agua “extranjera”
“¡Ahí está el problema! —vuelve a insistir Infanti. Esta Constitución de Chile, que otorga propiedad privada sobre el agua a quienes tienen el poder de comprarla, ha favorecido que la mayoría de los derechos de agua en nuestro país sean privatizados por empresas transnacionales. Ni siquiera chilenas”.
“El 82% del agua en Chile es propiedad de empresas transnacionales. Estamos hablando de AES Gener (Estados Unidos) y Enel (Italia). En Aysén, una de las zonas en el mundo con mayor abundancia de agua, considerando también los glaciares, el 96% de las aguas son propiedad, sobre todo, de Enel”, adujo.
En esa línea, mencionó: “Esto significa un fuerte cuestionamiento a la soberanía. Si es un ‘bien común’ de uso público, el que esté en manos privadas, y más aun de empresas transnacionales que tienen potentes intereses económicos, esto nos tiene que cuestionar seriamente. Hoy en día ser ‘dueño del agua’ es tener más poder que ser ‘dueño del petróleo’ y, por lo tanto, esas empresas con el beneplácito de ciertos sectores políticos y económicos de Chile se han beneficiado con esta situación”.
“Y el problema de esta privatización es claramente una tendencia a la mercantilización. El agua se compra y se vende como un producto más del mercado. Si el mercado me ofrece comprar zapatos puedo comprarlos o no, usar sandalias o andar a ‘pata pelada’. Pero el agua, sí o sí, la necesito”, aseguró.
Ante una nueva constitución
El obispo explicó que “cuando se estaba con toda la problemática de las represas en Aysén —puntualiza Infanti— el tema se centraba en estas construcciones y el medioambiente. Desde la Iglesia abrimos este ‘temazo’ del agua que ayudó a una mayor reflexión. Se tomó conciencia de lo que significa el agua en Chile y que sea propiedad de empresas transnacionales”, contó.
“Desde ahí se han hecho intentos para modificar la Constitución. Se ha querido cambiar la ley del código de aguas, que fue redactada en 1981, y no ha habido avances justamente porque hay fuertes lobbys de empresas forestales, mineras, agrícolas; las grandes empresas del país, que presionan para que no se modifique la actual situación”, indicó.
Mencionó creer que “las comunidades locales hoy tienen mucho que decir en el tema del agua y sobre los demás ‘bienes comunes’ que circundan el lugar donde viven”.
“Una nueva Constitución, sea como sea, tiene que tomar en cuenta lo que dice Naciones Unidas —por lo menos—; que el agua es un derecho humano, un ‘bien común’, y no puede ser privatizado ni mercantilizado”, abundó.
Aclaró que, desde su punto de vista “sí o sí, en la nueva Constitución no se puede seguir como se está ahora. Esto de la propiedad de los derechos de agua es uno de los puntos, pero también hay otros elementos que se dan en Chile de manera extraña. Por ejemplo, que los derechos de agua estén separados de los derechos de la propiedad de la tierra. O sea, puede suceder que en un campo pase un arroyo o un río. El dueño es propietario de la tierra pero no del agua que pasa por su propiedad. Lo que también es una brutalidad jurídica, ética y práctica que necesita ser revisada”.
“Necesitamos —sintetiza el obispo Infanti— replantear la Constitución porque fue hecha 40 años atrás, y en todo ese tiempo ha habido una toma de conciencia de todo el pueblo sobre los ‘bienes comunes’; de los grandes avances tecnológicos, científicos, sociales, políticos, religiosos, etc. Sí o sí necesitamos replantear qué país queremos construir. Si se da esta posibilidad y necesidad de hacer una nueva constitución, desde la fe, con mayor razón, tenemos una gran responsabilidad no solo de participar con un voto en el plebiscito, que es lo mínimo indispensable, sino también de hacer estos planteamientos humanos y espirituales”, declaró.
Finalmente, dijo que hoy “tenemos la gran responsabilidad de hacer valer estos planteamientos éticos, morales y espirituales, profundamente humanos, en las instancias de participación que se den o se puedan exigir, porque a veces hay fuertes lobbys para no modificar el código de aguas, y puede haber, también, potentes lobbys para reducir o aminorar la participación del pueblo. Es importante hacer valer los derechos que tenemos; hacer sentir no solo la voz sino también exigir justicia y equidad, siempre dentro de un marco de paz”.